Todos acuden puntuales a la cita, como cada Semana Santa, desde hace medio siglo.
Los flagelantes, llevan a la espalda un grueso tronco y los pies descalzos, con cadenas en ellos; tienen la cabeza cubierta con una capucha que no deja pasar la luz, ni permite verlos.
Ellas, van vestidas todo de negro y ellos, con el torso descubierto, a modo de invitación para que su verdugo, les golpee la espalda… Son los participantes de “La Procesión de los Encapuchados” de Tezoyuca, en el municipio de Emiliano Zapata.
Los penitentes marchan al ritmo que marca el ronco sonido del tambor, dispuestos a cumplir con la penitencia fijada en agradecimiento de los favores recibidos y otros, caminan por un milagro.
Los hombres y mujeres de todas las edades, e incluso niños y niñas, avanzan –como lo hicieron sus padres y sus abuelos– bajo el abrasante sol de la tarde y por la avenida principal, hasta la Iglesia de Santa Ana; en una manifestación pública de la fe católica, que toma las calles para emular y representar la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

