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El último adiós a los muertos… la octava en Tepoztlán

En la mayoría de los pueblos mexicanos, el dos de noviembre se despide a los fieles difuntos, en Tepoztlán no… los seres queridos se quedan en esta tierra, ocho días más; con el permiso de la divinidad. Al día siguiente, regresarán al más alla… Esta es la octava de Tepoztlán.

La tradición popular marca que los difuntos se quedan ocho días más, a convivir con sus familiares: Durante este tiempo se les sigue recibiendo y alimentando, se les mantiene contentos.

La Octava, recuerda la levantada de cruz, que se hace a los ocho días después de que se entierra una persona; los altares se renuevan con algo de bebida y alimento frescos, hay pan de muerto, ceras y flores de cempasúchil, refresco, pulque o tequila… pero sobretodo hay velas para iluminar el camino de regreso.

Durante la octava, los niños salen nuevamente a pedir calaverita, con sus chilacayotes encendidos y en las entradas de casas de los ocho barrios se encienden hogueras con gruesos troncos. Hay colación para los niños, y ponche de naranja agria y algo de comida, para los adultos.

El nueve de noviembre, todos participan en “La alumbrada” en el panteón, en medio de velas, muchas velas, las familias limpian y adornan las tumbas de sus seres queridos, como una forma de decirles adiós.

Hay misa, música de banda, tríos y mariachis, ceras, humo de copal, música y convivencia entre los dos mundos: el de los vivos y el de los muertos. Es una fiesta llena de misticismo y de intimidad compartida, que llega hasta el amanecer. Al día siguiente, los Fieles Difuntos ya se han ido, con la promesa de volverles a ver, el siguiente año.